sábado, 2 de julio de 2011

Almeyda ya arrancó la etapa de reconstrucción y, entre tantos que se echan culpas y se prenden en "peleas internas que no conducen a nada", llamó a la unión para poder trabajar en paz.


"Estamos en una etapa autodestructiva y es un tema de terapia”.

Nunca es fácil encontrar la génesis de una crisis, ese punto exacto donde comienza la debacle, acaso el primer cimbronazo. De un tiempo a esta parte, las sentencias en River indefectiblemente se envuelven en un anacronismo que obedece a la sordera ególatra de unos cuantos y a los intereses personales de otros tantos. De hecho, la frase que encabeza estas líneas, y que bien pudo haber sido pronunciada en cualquiera de estos tristes días, data de mayo del 2008 y lleva la firma de un tal José María Aguilar.

Por entonces también se hablaba de vergüenza, de humillación histórica, desde las entrañas de aquel plantel surgió el “silencio atroz” y desde la platea San Martín les arrojaron maíz a sus propios jugadores. Alonso se candidateaba como presidente a bordo de una limusina, a Ortega lo ningunearon hasta que lo necesitaron como salvador, Ramón Díaz y D’Alessandro se habían vengado con la bochornosa eliminación de Copa, y ya está, ahí sí. River tocó fondo. Pero al último título lo siguió el último puesto.

Igual, nadie creyó que después del famoso y desolador 8-M habría un más famoso y más desolador 26-J. River pasó largo rato enfermo y fueron los encargados de tomar decisiones los que lo llevaron a la eutanasia, quienes le desconectaron el respirador artificial. Y entonces sí, por ende, el fatídico descenso se convirtió en el verdadero fondo. Cambiaron pocas cosas y no tantos nombres. Otra vez Alonso disparando para todos lados, otra vez Ortega a un costado, desde las tribunas y fuera del Monumental voló de todo menos maíz, hubo furia y destrozos en la que alguna vez había sido la Casa Blanca del fútbol argentino y un día se transformó en el templo del terror. La gente que organiza banderazos para pedir la cabeza de Passarella, el Kaiser que culpa de casi todos los males a Aguilar mientras los barras siguen caminando lo más campantes por los pasillos del club, y por supuesto que existen muchos culpables pero también muchos más inocentes que sufren y no quieren que sea River el que se tenga que ir definitivamente con los pies para adelante. Será por eso que, entre tanto basta de todo, entre tanta miseria combustible, hay alguien que por haberse metido en el corazón del hincha, y por ser nada menos que el encargado de afrontar la titánica reconstrucción futbolística de un equipo hecho trizas, pide o, mejor dicho, ruega... “Basta de matarnos entre nosotros”.

Este es el mensaje en búsqueda de unión que envía Matías Jesús Almeyda para poder trabajar con cierta paz. Es el nuevo DT -en todo sentido- quien, en TyC Sports, dice: “No se puede seguir con luchas internas y peleas que no conducen a nada, porque River es lo más importante y hay que olvidarse de los intereses personales”.

Tal vez alguien lo oiga.

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