miércoles, 6 de abril de 2011
Alonso, a 25 años del gol con la pelota naranja y la vuelta en la Bombonera. “No sé a qué equipo vamos a ver festejar así en la Boca”.
Jota Jota, Passarella, Lamela y una definición con su sello: “River puede ser campeón”.
Me pasaron cosas muy fuertes. Esta que hoy recordamos es una. Era el final de mi carrera. Y bueno, me tocó a mí. Fui el único tipo nacido en River que tuvo todo esto. El de arriba quiso que me fuera con una tarde gloriosa. No sólo por los goles: por la vuelta olímpica. No sé a qué equipo vamos a ver festejando así en La Boca, eh. No sé si estaré en esta vida...”.
El Beto Alonso, 25 años después, 25 veces feliz.
“Yo fui el promotor de la vuelta, no Santilli. Todos saben que apenas vino la orden del Gobierno de no darla, nos juntamos en la habitación de Ruggeri y dije que me iban a sacar muerto, pero la daba. Y mis compañeros tuvieron unos testículos tremendos. Cuando se presentan estas fechas, me dan ganas de ir casa por casa y darles un abrazo”.
-El Gobierno, la barra de River, la de Boca, Santilli. Presión no les faltó...
-Presiones teníamos de todos lados. Y nos tiraban desde barras de hielo hasta candados, culos de botella... Los alcanzapelotas eran de la barra. Yo me iba peleando con ellos y me sentí un hincha más. Nunca tuve temor como a lo mejor tuvieron otros. Para mí era fútbol. Iba a jugar y a meter lo que había que meter. Si vuelvo a nacer, me gustaría dar otra vuelta en la cancha de Boca.
-¿Preparaste de una manera especial esa tarde?
-Ese plantel se divertía. Y cuando tenía que poner las cositas, lo hacía. Ese equipo era imbatible.
-¿Cuánto te motivó saber que jugarían con una pelota naranja?
-Me enteré en la semana. El Loco Gatti fue el martes a Adidas y, como sabía que iba a haber muchos papelitos, pidió otra pelota. Algunos dicen que lo sacó por un partido que había jugado en la nieve. Lo lindo fue que cuando me lo comentaron, les dije que le avisaran al Loco que de cualquier color la iría a buscar adentro. Fue una manera de decir que ya estaba ganando el partido. Y se dio como se dio. Fue la tarde soñada. Para que el Beto se pudiera ir tranquilo.
-Si no, no te hubieses podido retirar feliz...
-En realidad, en el 86 ganamos todo. Sólo dudé en retirarme al año siguiente, cuando salí a la cancha y vi 80 mil personas en mi partido despedida. Pero respeté lo que le dije a la gente de River.
-Si cerrás los ojos, ¿qué recordás de esa tarde en la Bombonera?
-La vuelta, los goles. Contra Boca siempre me tenía fe. Lo que más recuerdo, en realidad, es el centro de Alfaro: me metí entre los defensores, perdieron la marca y dije ‘chau, a otra cosa’. Y el tiro libre que quería patear Morresi: le dije ‘naa’, era mi tarde. Ese partido era mío. Si hay algo por lo que debo putear a mis compañeros, es porque fui a festejar el gol a cara descubierta abajo de las tres bandejas. ¡Y ellos se metieron detrás mío! ¡Todo me caía a mí, je!
-A pesar de esto, ¿los de Boca te respetan?
-Sí, me respetan mucho. La gente de Boca me aprecia. Si hubiese jugado en Boca, no lo habría hecho en River. Yo no cambio camisetas. No soy esa veleta que va y viene. Soy hincha de River. Los demás que se hagan cargo. Y no uno sino varios que se pusieron la de Boca.
-...
-Hasta Moreno. Hasta Adolfo dirigió a Boca. Di Stéfano, con todo respeto un traidor, dirigió a los dos.
-A JJ lo pusiste como excepción siempre.
-Pero las excepciones... Yo nunca hubiese jugado con la camiseta de Boca. Me vinieron a buscar cuando volví de Francia. Pero a mí, no. Siempre mantuve la palabra.
-¿Cambió tu opinión de él? Antes decías que era el hombre indicado para ser técnico de River...
-Sí. Lo dije. El Negro sabe de fútbol. A River lo entiende porque estuvo desde pibe. Pero podría haber evitado algunos comentarios. La chance se la da River, no Passarella. Ojalá que le vaya bien, porque eso significará que le irá bien a River. Contra los triunfos no tengo nada. Me molestan otras cosas, hay declaraciones que no entiendo. Eso que se habla de que es soldado de tal. No. ¡Debemos ser tenientes generales de River! Al final, no sé con quién jugué...
-¿Pudiste decírselo?
-No. Lo que pasa es que yo digo algo acá y lo primero que hacen es tomársela con mi pibe, que trabaja adentro. No tienen las bolas para llamarme. Lo único que hicieron, por orden del presidente, fue no dejarme entrar dos veces al club. La primera vez pensé que fue una confusión porque eran unas mujeres y me metí de prepo. Les dije que las columnas del club las hicimos todos. En la segunda, había patovicas. Yo les avisé que pasaba igual y les pedí que llamaran al presidente. No me dieron razones. Simplemente parece que juegan a las escondidas.
-¿Por qué?
-No sé. No tengo que entrar con un arma. Soy socio. Sigo pagando mi cuota y lo haré porque nadie me puede prohibir la entrada.
-¿Tuviste algún encontronazo con Passarella?
-No.
-¿Y entonces?
-Es una cuestión de celos. Hay quienes no comprenden que la gente a uno lo quiere porque le dio más alegría que otros. Si me tocó perder en alguna elección, lo asumí. No era para mí estar en la política. Y bueno... No tengo nada. Pero no como vidrio. Pasaron muchas cosas...
-¿A qué te referís?
-A mi pibe lo puso Babington. Un día me llamó Davicce y me dijo que le costaba jugar por el apellido. “Ah, sí. ¿Cómo sabe que le pesa si ni lo ponen?”. Alfredo no sabía qué contestarme. Cuando fueron a Mendoza a jugar con el Real, pusieron a todos menos a Norberto. Entonces algo había con el técnico anterior a Babington...
-El anterior: Passarella.
-Cuando uno ve ciertas cosas... Daniel debutó contra Boca y compartió la habitación conmigo. Yo le daba aliento. Le dije que la iba a romper. Así fue. Se comió la cancha. No le dejó tocar la pelota a Mané Ponce. ¿No sé qué fue lo que lo quebró? O sí: los celos. Otra cosa no hubo. A Norbertito lo conocía de bebé, como yo a Sebastián...
-Hablás de celos, pero Passarella es querido.
-Seguro... Pero la gente elige con quién se queda. No es que yo le digo al hincha: ‘Quereme más a mí’. Eso lo marca el de arriba. Tengo algo que es importante: la historia. Yo me quedé ganando todo y él eligió irse por los billetes.
-Asimismo vos metiste 80.000 personas en la despedida y él ganó las últimas elecciones.
-Sí. Y lo felicité y lo felicito. Ojalá le vaya bien. Tiene mucho trabajo.
-Como socio, ¿cómo ves la gestión?
-Todavía no la veo. No dejar opinar a la familia riverplatense es imperdonable. Pregunten cómo responde a las inquietudes de los socios en reuniones de CD.
-Muchas veces reclamaste que en River debía haber gente de fútbol en el manejo del club.
-Otros dirigentes me llamaban para consultarme antes de una incorporación, aunque después trajeran a cualquiera...
-¿Ahora no te llaman?
-Que sigan para adelante.
-¿Pensás que se sigue necesitando el tres por uno: cambiar tres jugadores malos por uno bueno?
-Y... Ahora hay más pibes nacidos en River. Si salen de las Inferiores y aparecen los resultados, todo se valora más.
-¿Sufrís el promedio?
-¡Naaaaaaaaa! Cuando escucho que están preocupados, cambio de canal. Al volver a River, en el 82-83, un dirigente me dijo que estaban con temor por el descenso. “En mi mesa se habla de campeonato”, le dije. Eso es conocer River.
-¿Pero no pensás que si pierden un par de partidos se puede complicar?
-Es posible. Aunque ni hay que decírselo al hincha. Es una pavada. No puedo escuchar a nadie decir que el temor a la Promo está...
-El Negro, de hecho, habla de 19 finales.
-A lo mejor lo que le pasa es que tuvo dos descensos y quizá piensa que no hay dos sin tres. Ojo: si me hubiese pasado a mí, quizá estaría con una pistola en la cabeza. Yo, desde afuera, pienso en el título.
-¿Eso te genera el equipo?
-Veo que el equipo se protege bien. Pero, ¿cómo contragolpeamos? Hay que desequilibrar de mitad de cancha para adelante. Falta quién agarre la manija.
-¿Y Lamela?
-Buen pibe.
-Como manija, Beto...
-Le pega bien a la pelota. Tiene un tranco un tanto lento, pero no lo tiraría tanto a la izquierda. Lo pondría de diez. El otro día estuve con Erik. Le dije que las tiene que pedir todas, que putee bien a sus compañeros.
-¿Es el más parecido a vos?
-Por la zurda, por la elegancia, le pega bien a la pelota. Pero te digo algo: más carácter tiene Buonanotte. El tema es que le pasó lo que le pasó. Pobrecito. A mí me ha pasado.
-¿Sufriste un accidente?
-Sí, agarré a un hombre cerca del colegio Marín y no lo maté de casualidad. A la semana siguiente la hinchada de Gimnasia me gritaba ‘asesino’. Si uno no tiene culpa, debe contar con los testículos suficientes porque sabe que vive en la Argentina.
-Volviendo al equipo. ¿Creés que hoy hay otro paladar?
-Si este camino da resultados, bárbaro. A pesar de que a veces debés tener cómplices como Schiavi y Sperdutti.
-¿El estilo River cambió definitivamente?
-La gente tiene que darse cuenta de que el fútbol es distinto. No hay magia. Antes había tipos que te ganaban un partido solo. Los potreros no están. Los maestros, tampoco. Hay una mezcla de factores que generaron que el juego se transformara.
-Passarella trajo a Cappa con la idea de volver a las fuentes.
-Pero una cosa es Huracán y otra, River.
-¿River se adapta mejor al modelo Jota Jota?
-A uno le puede ir bien porque conoce lo que es un grande y otro puede saber armar algo en un equipo más chico.
-¿Desde los resultados avalás este proyecto?
-Esto es ganar y dar pasos para adelante. Cuando se gana y se afianza el equipo, empezás a jugar bien. Pero si ganás y cada vez jugás peor, es preocupante.
-¿Qué le falta a River?
-Te digo que soy creyente y River puede salir campeón. Fijate cómo está el fútbol argentino...
-¿Cuál es la mayor virtud del equipo?
-Que salió de un pozo. No sé si todavía es respetado, pero cada vez se hace más fuerte. Hoy tiene un buen arquero, el dos es duro, el tres se acomodó y lo de Almeyda es algo admirable. Conoce River, el vestuario, el club. Me siento identificado porque es un líder positivo y eso realmente es importante. Tuvo mucho que ver en este resurgir junto con Carrizo, Ferrero, en su momento Ortega...
-Si salen campeones, ¿lo vas a abrazar al Negro?
-Sí. Yo soy el mismo. Lo voy a abrazar a la distancia. No tengo drama en decir estas cosas o tomar un café. En la Argentina deberían estar mal con los panqueques. Tenía tanto amor por él la gente...
-¿Con esto lo puede recomponer?
-Ojalá.
-Sobre todo con las nuevas generaciones.
-Claro. Ahí cambia. No sé si va a convencer al de 50, 60 ó 70. Las nuevas generaciones quizá me puteen más a mí por lo que digo. Bah, porque no entienden nada. No entienden lo que es hablar de frente. No entienden lo que es amar a una institución.
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