domingo, 3 de abril de 2011

River ganó por aquel gol de Ferrari en el primer tiempo, después de un jugadón con siete toques en velocidad.


Le dio un golpe de nocaut a Quilmes, que estuvo más cerca de empatarlo en el ST.

Los toques previos a esa picadita de Erik Lamela –y posterior gol en fino offside de Paulo Ferrari- dieron muestra viva de que River, este River armado para la guerra, tiene también empeines de algodón que le permitirían llevar a cabo ese juego que está escrito en los manuales de su historia, de su escuela. Pero este River, dicho está, se fue diagramado para dar batalla en los puestos de abajo y es por eso que, en lugar de darle rienda suelta a un brillo que puede ser posible desde el ingenio de muchos de los suyos, decide aquietar las aguas cuando aprieta el reloj.

Porque ante Quilmes, el equipo de Juan José López tuvo pasajes en los que impuso autoridad. En los que mandó desde la soberanía que ejercieron de Walter Acevedo y Matías Almeyda con una presión constante en la mitad de la cancha. Ese doble cinco que juega cuando la tiene y te lima cuando no. Partió desde sus principios, de estar programado para pensar de atrás para adelante. Con esa línea de tres que hace el papel de un guardaespaldas que otorga el mejor blindaje a los tres palos de Juan Pablo Carrizo, que apareció cuando tenía que aparecer.

Pero cuando las agujas se acercan al final, cuando la arena se consume, es en Jonatan Maidana, Alexis Ferrero y Adalberto Román en quienes River se resguarda. Cuando el Cervecero encontró peligrosidad con el ingreso de Martín Cauteruccio, el equipo del Negro escogió el raspa que te raspa sacapuntos, por sobre el tiki tiki que lo llevó a verse 1-0 arriba allá por los 13’ de la primera mitad. Ahí se agrandó la figura de su arquero de Selección, se vio cierta solidez en el fondo y un poco de buena fortuna para zafar de las bravas.

Ricardo Caruso Lombardi se sacaba a mechones el pelo de su cabeza mientras veía cómo su Quilmes fallaba una, dos, tres, cuatro veces. Su equipo iba pero nunca recurrió al ingenio para transformar la tenencia de pelota que River resignó, sino que sentó sus bases en una verticalidad que llamó al desorden. El 1-0 conformó a River porque, entre otras cosas, esta fecha habían ganado Tigre e Independiente. Si quiere, puede más. Pero sus puntos, una tentación, le dan la razón a su estilo, con el que mira de cerca de Estudiantes.

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